31 ago 2017

El leprechaun

Me encontraba yo un dia leyendo uno de mis ejemplares de "Maderas y cobertizos", cuando escuché el timbre de la puerta. Ni corto ni perezoso, pues así soy yo, me dirijí a abrir a la susodicha, con la intención de averiguar quien había causado ese efecto.

Abrí, y me encontré ante mi a un pequeño ser, de poco más de medio metro de altura, zapatos gastados y ligéramente curvados hacia arriba, traje de vendedor, corbata verde reluciente, barba larga pelirroja, falsa sonrisa bien forzada y orejas imperceptiblemente puntiagudas. Por supuesto, me sentí entre horrorizado y sorprendido. Corbata verde y barba pelirroja, error absoluto. Al menos, debería haberse cambiado la barba antes de venir.

En cualquier caso, y superando mi aprensión inicial, me dirijí a mi interlocutor y le pregunte con voz bien educada:
- Disculpe pequeño ser... - empecé.
- No soy un ser, soy un humano - me corrigió, intentando con poca habilidad no desforzar la sonrisa.
- Disculpe pequeño s... pequeño humano, ¿podría decirme en que puedo ayudarle?

Aquel cogió el pie que yo le había dado, y lo aprovechó rápidamente.

- No, señor, ud no puede ayudarme a mi, ¡pero YO si puedo ayudarle a ud!
- No me dig...
- ¿Tiene ud seguro de la casa?
- Por supuest...
- Pero seguro que su seguro no le cubre... - e hizo aquí una ligera pausa dramática - ¡El aterrizaje de un temible dragón negro en la azotea de su casa!

Pensé durante unos instantes en si mi seguro tendría, en efecto, aquella extraña cláusula. En efecto, no la tendría.

- Pues no, pero, disculpe no creo que me interese.
- ¿Por qué?
- Porque esto es un segundo piso, la azotea está en el sexto.
- Bien, podría ser que el temible dragón negro se le enganchara a la fachada.
- Bien, pero, sigue habiendo un problema.
- ¿Y es...? - preguntó el pequeño se... el pequeño humano, estirando todo lo posible la sonrisa, la cual, por cierto, daba ya síntomas de desgaste.
- Los dragones no existen.
- Caballero... ¿puedo llamarle caballero?
- Me sentiría injustamente honrado de que lo haga, así que adelante.
- Bien, caballero, ¿cree ud en los elefantes?
- Bueno, claro.
- Y, sin embargo, seguramente no ha visto ninguno.
- En la televisión si.
- ¿Y no ha visto igualmente dragones en la television?
- Admito que su argumento tiene la capacidad de desastabilizar los cimientos de mis creencias.
- Gracias, caballero. Entonces... ¿Estaría interesado en este simpar seguro, lleno de clausulas literalmente fantásticas...? - preguntó, sacando a la par un aparentemente interminable documento que se desparramó por el suelo, cayó por las escaleras, y es posible que llegara incluso hasta el primer piso.

He de decir ahora que he sido entrenado en multiples disciplinas en mi vida, entre ellas el saludar a los vecinos al cruzarmelos por la escalera, el hacer los puntos de las íes con una deliciosa forma redondeada (yo lo llamo "de nube de algodón") y el rechazar de manera sistemática cualquier ofrecimiento, sean golosinas, muestras gratis de suavizante o seguros de dudoso aspecto y peor contenido... Pero he de decir también que aquel pequeño se... aquel pequeño humano se estaba ganando mi corazón con su, tan torpe como entrañable, defensa de su seguro...

Aunque, la verdad, no me interesaba. Nada.

- No me interesaba. Nada. Digo, no me interesa. Nada. - Esta última parte la acompañé de un suave, pero autoritario, movimiento de mano, practicado mil veces, o al menos, un par.
- Oh... - Un ligero tic en la comisura del labio lanzaba un inequívoco aviso de que la estabilidad de los andamiajes de su sonrisa empezaban a peligrar -. Solo una pregunta...
- ¿Si...?
- ¿Cual es el motivo? ¿El muy ajustadamente pensado para no ser legalmente acusados de estafa precio, la ilegibilidad de algunas de las partes del contrato por la novedosa mezcla de runas y escritura gótica o la clausula de (no) cobertura en caso de ataque furibundo de duendes del hogar descontrolados...?
- ¿No cubre ataques furibundos de duendes del hogar descontrolados? - No pude sino preguntar, algo escandalizado.
- ¿Qué? No, no, si, si, eso está incluido. El seguro cubre ese suceso. - Y aquí aunque sus palabras terminaron juraría haber visto como su boca, de manera imperceptible, dejaba escapar un "no" sotto voce...
- Ah, eh. No. Es la nefasta combinación de su barba y su corbata, señor mio. Ofensiva en exceso, me temo.

Fue entonces cuando le tuve que cerrar la puerta; se puso MUY grosero.

29 ene 2017

(Lundasar) Pueblo de Ámar, Reino de Pramo, República de Seguin

Ámar

El pueblo de Ámar es una pequeña localidad de unos 60-80 habitantes donde se practica sobre todo la agricultura, aunque nunca falta un herrero para fabricar las necesarias herramientas del campo, un clérigo de Chantea para ayudar con sus bendiciones a tener buenas cosechas y el alcalde, que transmite las ordenes reales a su pueblo y administra justicia cuando es necesario. Una pequeña milicia de cinco hombres se encarga de los pocos problemas violentos que pueda haber, sean de origen humano o animal.

Se encuentra rodeado de tierras de labranza en su parte este, oeste y sur, teniéndo al norte un bosque frondoso que se extiende hasta casi la Montaña Quebrada. Un riachuelo atraviesa el bosque viniendo de algún manantial subterráneo, seguramente también con origen en la misma montanaña. El bosque (llamado por los aldeanos "El bosque del Viejo", por una antigua leyenda) es frecuentemente utilizado para la extracción de madera y caza, aunque no es muy habitual adrentarse en exceso, por miedo a criaturas de leyenda que se dice lo habitan.

Ámar, englobado desde hace centurias en el reino de Pramo, está prácticamente en la marca con la vecina república de Séguin. Aunque históricamente ambas naciones han estado siempre disputándose tierras, desde hace generaciones se ha instalado una calma en las relaciones, no exentas a veces de tensiones, pero sin llegar nunca a conflictos serios. La diplomacia, y la buena marcha de la economía, han ayudado a suavizar viejas asperezas, y a entablar nuevas y ventajosas relaciones.

Administrativamente, se engloba en la región noreste, y depende de la capital Sora.

La vida en Ámar es, desde hace tiempo, tranquila e incluso, según los jóvenes del lugar, aburrida.

Reino de Pramo

El reino de Pramo tiene su capital, Barduin, en un tramo tranquilo del río Veda, que recorre una buena parte del reino, naciendo en un punto desconocido del norte (algunos dicen que en las heladas montañas del norte extremo) y finalizando en algún punto sin determinar igualmente, más allá de la republica de Seguin.

El reino se divide en tres territorios o regiones administrativamente. La central, que ocupa toda la parte del rio y parte de la tierra adentro hacia el norte, la noroeste, llanuras de pastos verdes que alcanzan sus limites en una pequeña cadena montañosa, y la noreste, con el bosque del Viejo como límite (Ámar se encuentra en esta región).

La región central esta regida directamente por la capital del reino, famosa por los canales que se adentran en el rio. La región noroeste por la ciudad de Cherok, de hanchas calles y casas bajas, grande aunque de poca densidad de población. Por último la región noreste es gobernada por la ciudad de Sora, con sus calles empedradas y las cuatro antiguas torres de defensa.

Su actual monarca, el rey Nuy, tiene alrededor de 30 años, y no es muy habitual verle en público. Se apoya en un valido, el Conde de Rur, que a su vez maneja los asuntos de estado a través de varios ministros.

República de Seguin

La república de Seguin, de tamaño ligéramente inferior al reino de Pramo, es más montañoso que su vecino. Su capital, Ramko, se asienta tierra adentro, aunque a corta distancia del mismo río Veda. Rodeada en su lado norte y oeste por montañas, ofrece buenas defensas naturales contra invasiones, razón por la cual nunca, incluso en las peores contiendas, ha sido conquistada.

Los ciudadanos de Seguin llevan con orgullo ser individuos libres, regidos por un consejo de sabios, elegidos por el pueblo, y no súbditos de un rey que gobierna solo por su sangre. Dicho consejo lo forman cinco miembros, de ambos sexos, que validan su mandato, de manera individual, cada cinco años.