29 jul 2008

Pat

Satisfecha con la respuesta, se fue con paso firme. Me quedé un rato meditando aquel asunto. Algo en todo aquello me olía mal. ¿Qué había dicho acerca de una maldición? Y eso de que la necesitaba para un ser querido... Eché un último trago a la cerveza y me dirigí a la barra.

- Oye Joe, ¿puedo usar tu teléfono un momento?
- ¿Vas a pagar las jarras?
- Joder Joe, ¿por quien me tomas? ¿Quien te has creído que soy? ¡Parece mentira, llevo años viniendo a tu tugurio de mala muerte, soy posiblemente tu cliente más fiel!
- Si, y también el más gorrón, ¿vas a pagarlas o no?
- ¡Claro que voy a pagarlas! ... Pero ahora mismo me viene mal, me dejé todo el dinero en casa...
- Oh, no me jodas... Eso mismo me dijiste ayer y antes de ayer, deberías mirarte esa mala memoria, Phil.
- Vamos, apúntamelo en la cuenta, sabes que te lo pagaré...
- Maldito bastardo...
- ¿Puedo usar entonces tu teléfono?
- ¿Para que coño lo preguntas si lo vas a hacer de todas formas?
- Soy un tipo educado.
- Que te jodan.
- Gracias Joe.

Descolgué el teléfono y le indique a la anodina voz de la teleoperadora que me pusiera con Patrick O'Connor.

- Comunica, señor. ¿Desea que lo vuelva a intentar?

Aaah, maldito borracho. Debe estar otra vez en el Hotel.

- No, ¿podría mejor ponerme en contacto con la comisaria de la calle Kinning?
- Enseguida, señor.
- Muchas gracias.

Tras un par de tonos una voz ronca me indicó que hablaba con la comisaria.

- Buenas tardes, ¿podría hablar con Patrick?
- ¿Qué Patrick?
- Patrick "El Habitual".
- Oh, ya. Si, espere un momento.

Se oyeron de fondo varias órdenes ladradas, y un rato después un ruido me indicó que el teléfono pasaba de manos.

- ¿Diga? -Dijo una voz quejumbrosa al otro lado.
- ¿Te he despertado, Pat?
- Oooh, me temo que si Phil... Argh, que dolor de cabeza...
- ¿Qué tal te tratan?
- Oh, bien, bien, ya sabes. Hoy no está el teniente y está la cosa muy tranquila. ¿Sabes que Susan ha traído pastelillos? Es su cumpleaños.
- ¡No! Y yo me lo estoy perdiendo. Felicítala de mi parte.

Oí como Patrick gritaba algo, y como un murmullo ininteligible respondía desde otra parte.

- Dice que gracias, y que te pases por aquí luego.
- Lo veo complicado, Pat. Tengo un trabajillo entre manos.
- ¡No fastidies!
- Si, por fin, por eso mismo te llamaba, pero veo que no vas a estar disponible...
- No, hasta dentro de una semana, nada.
- Mierda, justo. En fin. Oye, ¿no sabrás nada de una maldición verde?
- Maldición verde, maldición verde... Dime algo más, ¿tu sabes la cantidad de maldiciones que existen?
- Veamos, no se, puede estar relacionada con una esmeralda.
- Ah, ya, no digas más. La Maldición Verde, si. Si es a la que creo que te refieres, es una vieja historia africana. Verás, se dice que hace unos cientos de años en el corazón de África, unos viejos y poderosos chamanes consiguieron atar a una esmeralda especial ciertos poderes infernales.
- Joder Pat, ¿ya estás desvariando?
- Déjame terminar, ¿quieres? Por donde iba... Ah, si, como te decía, ataron unos poderes infernales. El caso es que todos estos viejos querían la esmeralda para si. Ya sabes, el tema de tener poder y todas esas tonterías, así que acabaron matándose unos a otros de las más diversas formas.
- ¿Y que coño tiene que ver la Maldición Verde con todo esto?
- Maldita sea Phil, ten un poco de paciencia. Resulta que no todos murieron, sino que finalmente uno consiguió hacerse con la piedra maldita. Se dedicó a ir de pueblo en pueblo exigiendo a la gente que le diera todas sus riquezas y sus vírgenes y todo ese tipo de cosas que suelen pedir los viejos chamanes medio chiflados.
- Ajá, ajá.
- El caso es que cuando alguien ponía objeciones, comenzaba a sentirse enfermo, y al cabo de pocos días moría entre grandes dolores, desangrado.
- ¿Y porque se llama verde entonces, por la esmeralda?
- Pues parece ser.
- Fascinante.
- Sin duda. ¿Por qué te interesas ahora por ella?
- No repitas nada de lo que te voy a decir ahora, pero mi próximo trabajo tiene que ver con una esmeralda, y quien me contrata mencionó la Maldición Verde. - Susurré con aire misterioso.
- Oh, vamos, Phil, sólo es una leyenda, no te lo irás a creer.
- ¡Claro que no, sólo tenía curiosidad! Bueno, en cualquier caso tengo que ir colgando, tengo cosas que hacer.
- Claro, claro. Oye, no tendrás por curiosidad 2 dólares por ahí, ¿verdad?
- Me temo que no.
- Bueno, qué se le va a hacer. ¡Buena suerte, Phil!
- Gracias, Pat. Nos vemos.

Después de hablar con Patrick me sentía algo inquieto. Por supuesto, no iba a tragarme toda aquella historia de chamanes y poderes, pero, quieras que no, tampoco daba gusto oír hablar de maldiciones y desangramientos. Alejando todos aquellos pensamientos de mi cabeza, salí del bar, aprovechando que Joe estaba atendiendo a otro cliente.

28 jul 2008

Conferencia: "Aprende a dibujar"

Uno, dos, probando, probando... ¿Funciona? Bien.

*Carraspera* Hola, hoy vamos a tratar el controvertido tema de la estafa de los libros de "Aprende a dibujar X", donde X viene a ser manga, superhéroes o penes de goma.

Es cierto que todos en algún momento hemos pensado que podíamos tener capacidad de dibujar tan bien como el que más, o al menos, lo suficientemente decente como para poder colgar un monigote de la puerta de la nevera y mirarlo con orgullo. También es cierto que una vez realizado dicho proceso creativo nos hemos dado cuenta entre lágrimas de que no hemos sino desperdiciado un papel para crear un engendro abominable cuya existencia tiene sentido únicamente en el más profundo de los niveles del infierno. Deshaciéndonos del susodicho aborto artístico mediante un exorcismo por fuego, nos olvidamos de nuestra absurda y disparatada idea.

Hasta que un día, paseando por una librería, vemos a un simpático libro que nos guiña un (figurado) ojo. Un libro en cuya portada pone, con coloridas y brillantes letras: "Aprenda a dibujar X". En ese instante, una chispa de esperanza proveniente de las brasas de nuestra presuntamente extinta ilusión prende con fuerza en el montón de paja de nuestra inocencia. Y pensamos que, quizás, lo que nos hacía falta era una guía con la que dirigir todo nuestro apabullante potencial. Y lo volvemos a intentar. Y aunque esta vez nuestra creación no es una afrenta a la mismísima existencia del universo, sigue siendo un pecado ante los dioses que debemos hacer desaparecer cuanto antes. Y de esta forma nuestro gozo, mano a mano con los 30 € que costó el susodicho libro, se va dando saltitos al fondo de un profundo pozo, donde se instalará durante los próximos 40 años, tiempo que tardaremos en olvidar adonde nos condujo nuestra orgullosa presunción. El infame libro causante de nuestra recaída, por su parte, se esconderá en algún obscuro rincón de alguna estantería, cual paciente bandolero que espera el momento adecuado para volver a asaltar a su víctima, no siéndole suficiente el haber dado una paliza a nuestro malhadado bolsillo.

Como conclusión, pues, expresaré lo que el saber popular ya inmortalizó con otra de sus memorables sentencias, y que reza: "de donde no hay, no se puede sacar".

Ahora, si les parece bien, podemos pasar al turno de preguntas.

- Buenas, quisiera preguntarle: ¿esta advertencia es aplicable para todos los públicos?

No, realmente con esto quiero indicar a todos aquellos con nulo potencial que no se dejen llevar por este tipo de libros, que, en mi opinión, no traerán sino más desgracia a sus vidas. Se sentirán igual de desdichados, pero con menos dinero encima.

- Hola, yo mismo, verá, ¿no cree que esto puede ayudar a aquellos que tengan un cierto arte pero no sepan aún como darle forma?

Sí, en ese caso concreto es posible que el desembolso causado por la adquisición de ese libro no sea del todo en balde. De todas formas, recalco, hay que tener un cierto talento previo, no se puede partir de la nada.

- ¿No será que en realidad usted no es sino un amargado que ha intentado por todos los medios posibles dibujar, y no lo conseguiría ni aunque viviera nueve vidas seguidas?

Francamente, eso no podría ser más cierto.

Bien, esa era la última pregunta. Muchas gracias a todos por asistir. Otro día, hablaremos acerca del peligro subyacente en la frase "eso lo puedes hacer tu mismo, son sólo dos empalmes de nada" y su repercusión demográfica.

22 jul 2008

Joe's

Allí estaba yo, sentado frente a aquella espectacular negra. Nunca, nunca me cansaba de ella. Aún cuando todo lo demás podía fallar, ella siempre estaba allí, estuviera donde estuviese. Fría como el hielo, como tenía que ser, pero cálida cuando disfrutabas de ella. No existía ninguna otra cerveza igual. Mi único problema en aquel momento era hasta que punto podía abusar de la confianza de Joe y dejarle a cuenta 3 ó 4 jarras. Bueno, siempre podría salir corriendo, ese jodido gordo no iba a perder tiempo persiguiéndome, menos sabiendo que volvería al día siguiente.

Entonces, en mitad de mis reflexiones, entró ella. Destacaba en medio de la mugre del bar como un reluciente dolar de plata rodeado de oxidados centavos de cobre. No era la mujer más guapa que había visto, aunque si era la primera mujer en entrar al Joe´s (Sally no cuenta como mujer, si la habéis visto cuando arrastra a Sullivan de vuelta a casa me entenderéis), pero había algo en ella que brillaba con luz propia. Y yo conocía esa luz propia, tenía un ligero tono verdoso, olor metálico y alegre tintineo. Cuando una persona tiene dinero, se nota a la legua, por mucho que intente ocultarlo con lo que posiblemente considerará el más humilde de sus vestidos. El porte, chica, nos delata a todos.

Echó una mirada al bar, ubicando todos sus elementos. Tuve la sensación de que se me quedaba mirando, pero enseguida desvió su atención hacia Joe. Cruzó la distancia que separaba la entrada de la barra con gráciles pasos. Era un mujer joven, seguramente no superaba la treintena. Pelo largo y castaño, ligeramente ondulado, que caía en cascada por la espalda para terminar apuntando hacia una sugerente parte que, no obstante, el poco ajustado vestido dejaba enteramente a la imaginación de cada uno. Si bien, por los comentarios que me llegaban por parte del resto de la audiencia del bar, no parecía que todos estuviésemos viendo el mismo vestido, o siquiera vestido alguno.

La mujer preguntó algo a Joe, quien, con sorpresa, le preguntó algo a su vez. La mujer respondió afirmativamente con la cabeza y el bueno de Joe, quien no sabe muy bien como comportarse con aquellas mujeres a las que no se les da unas pocas monedas después de estar con ellas, me señaló. En un primer momento pensé que podía estar señalando a alguien detrás de mi, pero me pareció bastante improbable dado que estaba en una esquina. Empecé a pensar rápidamente las razones por las que podía querer algo de mi. ¿Pudiera ser que hubiéramos tenido una noche de pasión desbocada y yo hubiera desaparecido al amanecer? Mmm, no, realmente esto era más un deseo que una posibilidad. ¿Quizás había sido "cliente" mio en algún momento? Pudiera ser, pero no encajaba con mi perfil, al menos que yo recordase. ¿Bofia? Ja, ni que fuera tan importante. Me quedé mirándola con curiosidad mientras sorteaba las sillas en dirección a mi mesa, mientras notaba como se me clavaban como dardos cargados de envidia las miradas del resto de borrachos del bar.

- ¿El señor Whiteglove?
- Eso depende de quien sea usted, y de que asunto le traiga aquí.

Sin esperar a ser invitada cogió una silla de una mesa cercana y se sentó frente a mi.

- Verá, necesito sus servicios. Y tengo dinero para pagarlos.
- Philip Whiteglove, encantado. -Dije, incorporándome ligeramente.- ¿De qué y de cuanto se trata?
- Señor Whiteglove, necesito que robe para mi una esmeralda. Por 200 dólares.
- Siga hablando.
- No puedo darle los detalles concretos ahora, pero requiero de sus habilidades para que me traiga esa gema. No le voy a engañar, no es un trabajo fácil, la mansión en la que se encuentra tiene una fuerte vigilancia, y el riesgo es bastante alto. En caso de ser descubierto, no creo que le mandaran a la cárcel...
- Entiendo. ¿Y porqué quiere robar la esmeralda del conde Edding?

Me miró con sorpresa. Me encanta hacer eso. Claro que tampoco hay que ser un genio para relacionar esmeralda, mansión y seguridad con la exposición que hace estos días el conde de su último capricho: la Esmeralda de Upru. Hasta el ratero más miserable ha oído hablar de ella. Con cierto renovado respeto hacía mi, continuó hablando.

- Verá... ¿Ha oído hablar de la maldición verde?
- Mmm, no me suena mucho, la verdad. Me temo que las ciencias ocultas no son mi especialidad.
- Bien, baste decir que un ser querido mio la está padeciendo, y que creo que esta esmeralda puede ser su solución.
- ¿Y ha pensado en pedírsela al conde?
- Hay que destruirla.
- Si, eso hace difícil que el conde se la preste.
- Entonces... ¿Acepta el encargo?

Me permití unos segundos de incertidumbre antes de responder. Indudablemente, iba a decir que si. Necesitaba el dinero desesperadamente. Aquel supuesto informador del hipódromo no estaba tan bien informado como presumía.

- De acuerdo, soy suyo. Si le parece entonces quedamos dentro de un mes aquí mismo, la...
- No tengo tanto tiempo, necesito la esmeralda cuanto antes. Tiene una semana.
- ¿Una semana? ¿Está loca? ¿Sabe cuanto se tarda en planificar un trabajo de este calibre? Por no mencionar el hecho de que durante las primeras semanas la policía no dejará tugurio sin registrar en busca de esa piedra, no es seguro hacer el intercambio tan pronto.
- Sólo puedo esperar una semana. Más tiempo sería... fatal.
- Mmm... De acuerdo. Entonces, venga aquí la semana que viene a las 4 de la madrugada.
- ¿A las 4? ¿No estará el bar cerrado?
- No se preocupe por eso. Sólo diga en la puerta cuando le pregunten que viene a verme.
- De acuerdo entonces.

Se levantó y se dio media vuelta. Antes de dar el primer paso se volvió una última vez hacia mi.

- No le recomiendo huir con la esmeralda. Sería una mala opción para ambos.

Aunque las palabras podían tomarse como una amenaza, tuve la sensación de que trataba más bien de una advertencia.

- No tiene de que preocuparse, un trato es un trato. Tendrá su esmeralda.

Satisfecha con la respuesta, se fue con paso firme. Me quedé un rato meditando aquel asunto. Algo en todo aquello me olía mal. ¿Qué había dicho acerca de una maldición? Y eso de que la necesitaba para un ser querido... Eché un último trago a la cerveza y me dirigí a la barra.

4 jul 2008

Hoy en "La musique"...

... *Ruido de estática* ...

... *Voces serias hablando de algún tema sesudo* ...

... *Más estática* ...

... y esta semana, en nuestra ya habitual sección musical, queremos reseñar a un grupo que ya lleva un cierto tiempo navegando por el mar de las ondas sonoras. Arriesgadas composiciones musicales junto con atrevidas letras reflexivas es lo que nos encontraremos si decidimos darle una oportunidad a los amigos de "El Reno Renardo", quienes elaboran canciones en un auto-denominado estilo freak-metal (desde aquí y ahora, me erigo como perpétuo odiador de la palabra freak, que tanto daño a hecho a los aficionados de cualquier actividad, degenerándonos al convertirnos en meras bestias excéntricas exentas de intelecto).

Estos seres humanos, posibles herederos del puesto dejado por los Gigatrón (con el condescendiente beneplácito de los Dioses, eso si), tienen en su haber musical composiciones que podrían considerarse desde ya mismo como auténticos clásicos modernos.

Sin más, os dejamos ya mismo con algunas de sus composiciones del último disco, "El Reno Renardo y el Reino de la Cagalera de Bisbal":