22 jul 2008

Joe's

Allí estaba yo, sentado frente a aquella espectacular negra. Nunca, nunca me cansaba de ella. Aún cuando todo lo demás podía fallar, ella siempre estaba allí, estuviera donde estuviese. Fría como el hielo, como tenía que ser, pero cálida cuando disfrutabas de ella. No existía ninguna otra cerveza igual. Mi único problema en aquel momento era hasta que punto podía abusar de la confianza de Joe y dejarle a cuenta 3 ó 4 jarras. Bueno, siempre podría salir corriendo, ese jodido gordo no iba a perder tiempo persiguiéndome, menos sabiendo que volvería al día siguiente.

Entonces, en mitad de mis reflexiones, entró ella. Destacaba en medio de la mugre del bar como un reluciente dolar de plata rodeado de oxidados centavos de cobre. No era la mujer más guapa que había visto, aunque si era la primera mujer en entrar al Joe´s (Sally no cuenta como mujer, si la habéis visto cuando arrastra a Sullivan de vuelta a casa me entenderéis), pero había algo en ella que brillaba con luz propia. Y yo conocía esa luz propia, tenía un ligero tono verdoso, olor metálico y alegre tintineo. Cuando una persona tiene dinero, se nota a la legua, por mucho que intente ocultarlo con lo que posiblemente considerará el más humilde de sus vestidos. El porte, chica, nos delata a todos.

Echó una mirada al bar, ubicando todos sus elementos. Tuve la sensación de que se me quedaba mirando, pero enseguida desvió su atención hacia Joe. Cruzó la distancia que separaba la entrada de la barra con gráciles pasos. Era un mujer joven, seguramente no superaba la treintena. Pelo largo y castaño, ligeramente ondulado, que caía en cascada por la espalda para terminar apuntando hacia una sugerente parte que, no obstante, el poco ajustado vestido dejaba enteramente a la imaginación de cada uno. Si bien, por los comentarios que me llegaban por parte del resto de la audiencia del bar, no parecía que todos estuviésemos viendo el mismo vestido, o siquiera vestido alguno.

La mujer preguntó algo a Joe, quien, con sorpresa, le preguntó algo a su vez. La mujer respondió afirmativamente con la cabeza y el bueno de Joe, quien no sabe muy bien como comportarse con aquellas mujeres a las que no se les da unas pocas monedas después de estar con ellas, me señaló. En un primer momento pensé que podía estar señalando a alguien detrás de mi, pero me pareció bastante improbable dado que estaba en una esquina. Empecé a pensar rápidamente las razones por las que podía querer algo de mi. ¿Pudiera ser que hubiéramos tenido una noche de pasión desbocada y yo hubiera desaparecido al amanecer? Mmm, no, realmente esto era más un deseo que una posibilidad. ¿Quizás había sido "cliente" mio en algún momento? Pudiera ser, pero no encajaba con mi perfil, al menos que yo recordase. ¿Bofia? Ja, ni que fuera tan importante. Me quedé mirándola con curiosidad mientras sorteaba las sillas en dirección a mi mesa, mientras notaba como se me clavaban como dardos cargados de envidia las miradas del resto de borrachos del bar.

- ¿El señor Whiteglove?
- Eso depende de quien sea usted, y de que asunto le traiga aquí.

Sin esperar a ser invitada cogió una silla de una mesa cercana y se sentó frente a mi.

- Verá, necesito sus servicios. Y tengo dinero para pagarlos.
- Philip Whiteglove, encantado. -Dije, incorporándome ligeramente.- ¿De qué y de cuanto se trata?
- Señor Whiteglove, necesito que robe para mi una esmeralda. Por 200 dólares.
- Siga hablando.
- No puedo darle los detalles concretos ahora, pero requiero de sus habilidades para que me traiga esa gema. No le voy a engañar, no es un trabajo fácil, la mansión en la que se encuentra tiene una fuerte vigilancia, y el riesgo es bastante alto. En caso de ser descubierto, no creo que le mandaran a la cárcel...
- Entiendo. ¿Y porqué quiere robar la esmeralda del conde Edding?

Me miró con sorpresa. Me encanta hacer eso. Claro que tampoco hay que ser un genio para relacionar esmeralda, mansión y seguridad con la exposición que hace estos días el conde de su último capricho: la Esmeralda de Upru. Hasta el ratero más miserable ha oído hablar de ella. Con cierto renovado respeto hacía mi, continuó hablando.

- Verá... ¿Ha oído hablar de la maldición verde?
- Mmm, no me suena mucho, la verdad. Me temo que las ciencias ocultas no son mi especialidad.
- Bien, baste decir que un ser querido mio la está padeciendo, y que creo que esta esmeralda puede ser su solución.
- ¿Y ha pensado en pedírsela al conde?
- Hay que destruirla.
- Si, eso hace difícil que el conde se la preste.
- Entonces... ¿Acepta el encargo?

Me permití unos segundos de incertidumbre antes de responder. Indudablemente, iba a decir que si. Necesitaba el dinero desesperadamente. Aquel supuesto informador del hipódromo no estaba tan bien informado como presumía.

- De acuerdo, soy suyo. Si le parece entonces quedamos dentro de un mes aquí mismo, la...
- No tengo tanto tiempo, necesito la esmeralda cuanto antes. Tiene una semana.
- ¿Una semana? ¿Está loca? ¿Sabe cuanto se tarda en planificar un trabajo de este calibre? Por no mencionar el hecho de que durante las primeras semanas la policía no dejará tugurio sin registrar en busca de esa piedra, no es seguro hacer el intercambio tan pronto.
- Sólo puedo esperar una semana. Más tiempo sería... fatal.
- Mmm... De acuerdo. Entonces, venga aquí la semana que viene a las 4 de la madrugada.
- ¿A las 4? ¿No estará el bar cerrado?
- No se preocupe por eso. Sólo diga en la puerta cuando le pregunten que viene a verme.
- De acuerdo entonces.

Se levantó y se dio media vuelta. Antes de dar el primer paso se volvió una última vez hacia mi.

- No le recomiendo huir con la esmeralda. Sería una mala opción para ambos.

Aunque las palabras podían tomarse como una amenaza, tuve la sensación de que trataba más bien de una advertencia.

- No tiene de que preocuparse, un trato es un trato. Tendrá su esmeralda.

Satisfecha con la respuesta, se fue con paso firme. Me quedé un rato meditando aquel asunto. Algo en todo aquello me olía mal. ¿Qué había dicho acerca de una maldición? Y eso de que la necesitaba para un ser querido... Eché un último trago a la cerveza y me dirigí a la barra.

3 comentarios:

Kineas dijo...

¿El indescriptible Whiteglove sigue con vida? ¿O es una precuela?

Ardo en deseos de saber...

mu dijo...

Lo he devorado de principio a fin. Enhorabuena mozuelo, te vas superando.

InsertCoin dijo...

¡El único e inigualable Whiteglove sigue con vida, ya lo creo! Al principio pensé en precuela, pero como "aquel asunto" no terminó, le doy por vivo xD.

'chas gracias mu, haces que se me salten los colores (literalmente, además).

¡Si os entretiene, me doy por satisfecho!