14 mar 2008

Noche

Llovía, igual que llueve ahora. Gotas de lluvia caían del cielo nocturno como lágrimas negras de algún dios olvidado, produciendo un relajante murmullo al golpear tristes mi ventana. La luz mortecina de la lámpara de mi habitación oscilaba, como si intentara febrílmente mantenerse encendida, temerosa de que si era apagada no podría volver a encenderse jamás. Poco a poco fui cayendo en una suerte de somnolencia en la que estuve revolviéndome, agitado, durante un tiempo indeterminado.

Me desperté al oir el timbre de la puerta, alto y claro en la noche, como si todos los demás sonidos se hubieran callado por respeto (o quizás por miedo). Reprimiendo un escalofrio, y la angustiosa sensación de que no debería abrir, me dirigí a la entrada.

El pomo, frio al tacto, giró con facilidad liberando a la puerta que con fuerza inusitada me empujó hacia atrás, mientras una brisa de aire helado entraba con impaciencia, como quien lleva esperando largo tiempo. No había nadie al otro lado, ni luz, ni sonido. Ninguna pista de quien, o de porque, podía haber llamado. Lancé unos juramentos al aire tratando de ahuyentar a niños imaginarios que hubieran podido tratarme como objetivo de sus bromas.

Este incidente debió de ponerme ligeramente nervioso, ya que de vuelta a la habitación tuve la inquietante impresión de que el sonido del viento había cambiado... Su anterior gemido melancólico había pasado a ser un agudo silbido de ritmo entrecortado que parecía sugerir una macabra imitación de la risa humana, por ridículo que esto pueda parecer...

Sumido en estos pensamientos llegué a mi habitación. Y fue entonces cuando sentí como la realidad a mi alrededor dejaba de ser tal. En mitad del cuarto, de espaldas a mi, había otra persona. Aunque sería más correcto decir que yo estaba en medio de la habitación. Ante mi se alzaba un ser humano de mi misma complexión y vestimenta, exacto a mi en todos los detalles. Ligeramente mareado ante tan extraña visión, me apoyé en el quicio de puerta. Lentamente, la cabeza de este ser empezó a girar, mientras el cuerpo permanecía inmovil. Mudo de horror, vi como en lugar de ojos había dos cuencas vacias, que parecían observarme divertidas, mientras que un feo corte hacía las veces de burdo sustituto de la boca, torcido en una inhumana mueca de alegría. Sentí, más que oí, como me decía que fuera hacia él, mientras sus dedos se curvaban de forma imposible señalándome.

Lo último que recuerdo es como una infinidad de manos invisibles me agarraban firmemente y me arrastraban hacia esta abominación, mientras yo no dejaba de gritar... después, la oscuridad lo inundó todo, y yo desperté sobresaltado encima de la cama, con el sonido de la lluvia estrellándose contra mi ventana aún presente.

Era... tan real... No puedo evitar sentir escalofrios cada vez que lo recuerdo... Sentí la necesidad de escribirlo, como si atando esta pesadilla al papel pudiera arrancarla de mi mente...

Acaban de llamar al timbre. Extraño, no espero visita.

3 comentarios:

La nuit dijo...

Tengo la piel de gallina... Escalofriante!!

Kineas dijo...

Tiene un aire a Lovecraft de lo más inquietante. Me ha gustado mucho la idea aunque hay cosas de estilo que habría escrito de otro modo.

En cualquier caso, me ha encantado. A ver si escribes más así.

:)

mu dijo...

Extraordinario, mozuelo, no tengo palabras...!!