17 jun 2008

Microrrelato

Era un caballero en brillante armadura. Pelo largo y rubio ondulante al viento cuales espigas de trigo mecidas por la brisa veraniega de un campo de labranza bien cuidado. Sonrisa deslumbrante, tierna, cariñosa, simpática, amable, confiada, dulce, suave, con unos labios rodeándola que decían "nos quieres, y lo sabes". Su espada, oh su espada, su espada era larga y de buen temple, siempre presta para el combate, a cualquier hora, en cualquier lugar, bajo cualquier tesitura. En su escudo portaba con orgullo los estandartes que habían sido forjados a través del tiempo y el honor. Su brioso corcel era descendiente del mismísimo dios del viento, engendrado para volar, más que para galopar.

Presentóse el caballero ante el malvado, ruin, depravado, mil veces maldito demonio:

- "He aquí que he llegado para mataros, demonio, y no me iré sin realizar mi santo cometido y liberar de vuestra tiranía a estas tierras, que con vuestra infecta presencia mancilláis cometiendo toda..."

El demonio, oh cruel enemigo, cortó la cabeza del caballero sin dejarle terminar.

Y el demonio y los mini-demonios fueron felices pues acababan de conseguir la bola de bolos más bonita que nunca tuvieron.

1 comentario:

La nuit dijo...

Moraleja: "antes de salir de casa ponte protector solar"

Instructivo, a la par que entretenido, post.

PA (lo que viene a ser: Progresa Adecuadamente)