23 ene 2008

¡Penitenciagite!

Gritos. Calor. Locura. Dolor.

El infierno.

Secretamente nos reíamos de los fanáticos religiosos y su cháchara apocalíptica, de su verborrea condenatoria, de sus funestas premoniciones.

Insensatos.

El infierno no es una mera metáfora. Es real. Y está aqui. Poco a poco, sin que lo percibiéramos, ha ido tomando posiciones en la tierra. Aprovechándose de nuestra incredulidad se ha instalado, lentamente pero sin descanso, en los corazones de nuestras ciudades. Ahora es demasiado tarde. Ya no hay marcha atrás. La batalla está perdida, aún sin haberla comenzado.

Alguno direis ahora: "¿Qué dices, donde está ese supuesto infierno del que hablas, loco?" Ah, ignorantes ateos convencidos de que vuestra fe en el falso dios de la ciencia os salvará, aún no os habeis dado cuenta de lo cerca que estais de él, de las muchas formas que toma, de los muchos nombres que adopta...

... pero no os dejeis engañar por los múltiples nombres, ya que en el fondo, comparten la misma maléfica raiz y no son sino las muchas uvas de la misma vid... ¡El averno se oculta tras la fachada de las tiendas de ropa!

En el interior de estos lugares de perdición eterna moran demonios con apariencia humana, dispuestos a proporcionaros incontables horas de inimaginable sufrimiento que os harán enloquecer hasta el punto de considerar el poner fin a vuestras miserias a través de un merecido suicidio...

Nada más entrar, cánticos satánicos, que os acompañarán durante toda vuestra visita, os saludarán, alegres por haber encontrado otra víctima que añadir a su ya extensa lista. Inmediatamente después vuestras retinas empezarán a quemarse cuando vuestros globos oculares absorban la luz centelleante que todo lo ilumina. Una vez confundidos por la combinación de luz y sonido sentiréis que piezas de ropa imposibles os contemplan desde los estantes para, cuando os acerqueis, atacaros mostrándoos unas cifras que harán que las conexiones neuronales de vuestras ya trastocadas mentes se debiliten aún más, dejándolas con un pie en el estremecedor abismo de la locura. Finalmente, en algún momento de este tenebroso delirio, sereis consciente de que debeis salir de allí y, como si de meritorios trofeos se tratara, febrilmente agarraréis aquellos pedazos de tela que hayais visto en vuestro infernal trayecto, dispuestos a dirigiros a la salida de este dantesco lugar.

Pero los siervos del Angel Caído no permitirán vuestra huida tan facilmente, pobres condenados. Justo cuando ya estéis dispuestos a entregar vuestro fútil dinero en un último intento por recuperar vuestra libertad, os daréis cuenta de hasta que punto vuestra decisión de entrar fue errónea, ya que contemplaréis horrorizados como toda una turba de desgraciados malditos se han apiñado alrededor de los pocos esbirros del Maligno con el poder de permitiros el acceso al mundo real de nuevo.

Ah, veo en vuestros rostros reconocimiento... si, al fin veis vosotros también lo que yo veo... al fin os dais cuenta de lo ciegos que estábamos, incapaces de ver al mal tan cerca de nosotros... pero, quizás, aún no sea tarde... quizás, aún estémos a tiempo de salvarnos...

Oremos, hermanos míos, oremos...

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